miércoles, 4 de junio de 2014

José María Velasco, algunas obras

Un paseo por los alrededores de México

Vista del Valle de México
Puente rústico sobre el río

Rocas de peña encantada
La Caza

Los volcanes desde Chalco
Candelabro de Oaxaca

Cascada desde Rincón Grande

El Citlaltépetl
El puente de Metlac


El patio de San Agustín

Fábrica La Hormiga


José María Velasco



José María Velasco nació el 6 de julio de 1840 en Temascalcingo, Estado de México. A los 18 años de edad ingresó a la Academia de San Carlos donde estudió con Eugenio Landesio —discípulo del paisajista húngaro Károly Markó (1791-1860)—, quien descubrió las cualidades de su alumno como dibujante y colorista, por su interés por los temas románticos y por su facilidad para la pintar paisajes.
Sus primeras obras fueron sobre arquitectura y paisajes con rocas. Años más tarde plasmó la belleza del Valle de México, sus grandes vistas, sus volcanes, su fauna y flora, y en esas obras enfocó gran parte de su labor creativa.
Fruto de sus estudios de botánica fue el libro que escribió e ilustró La flora en el Valle de México. Trabajó como dibujante en el Museo Nacional, y en 1882 aprendió fotografía y litografía. Entre los movimientos internacionales que ejercieron influencia sobre su obra se encuentra el impresionismo francés.
Las creaciones más conocidas del maestro Velasco son Valle de México (1877) –de la que José Martí escribió “detengámonos y admiremos este notabilísimo paisaje (…) El Valle de México es la belleza grandiosa; imponente como ella es el hermoso paisaje de Velasco—, México (1877) y obras como Templo de San Bernardo o Un paseo por los alrededores de México.
Piezas que, como todo lo realizado por él, son de gran majestuosidad y donde la luz, el color, la naturaleza y la obra del hombre tienen un perfecto equilibrio.
José María Velasco fue invitado en 1889 como delegado oficial del gobierno mexicano a la Exposición Internacional de París, donde se le honró con la condecoración de Caballero de la Legión de Honor. En 1893 exhibió en la Feria Mundial de Chicago, donde también fue premiado.  En la Historia del Arte de México del siglo XIX, José María Velasco ocupa un lugar sobresaliente. Ningún otro artista de la época produjo una obra semejante en cuanto a trascendencia, originalidad y número.
Durante sus últimos 20 años de vida, Velasco recreó al menos en nueve ocasiones el tema del Valle de México, todas grandes piezas en las que se aprecian desde varios puntos de vista la planicie de la ciudad.
 Se ha escrito que sus paisajes “encierran una compleja construcción, una ingeniería de perspectivas áreas, líneas, proporciones, volúmenes y colores que resulta difícil de concebir o encontrar antes de Velasco, por más que haya habido diversos y nobles antecedentes como los artistas Rugendas, Nebel o los pintores del siglo XIX”.
 Xavier Villaurrutia, Octavio Paz, José Martí, Carlos Pellicer, Raquel Tibol y Olivier Debroise, entre otros, han escrito sobre la obra de este gran maestro mexicano de la pintura universal.

 Se ha dicho que el México de Velasco  es, además, un país visto por un arquitecto y urbanista, un pintor y un dibujante con ribetes de agrimensor, botánico, naturalista y geólogo.

Fuente: CONACULTA

jueves, 29 de mayo de 2014

David Alfaro Siqueiros, algunas obras.

La nueva democracia

Los elementos

Retrato del México actual
Nacimiento del fascismo

Madre campesina

Madre proletaria
Autorretrato

Etnografía

Retrato de la burguesía



David Alfaro Siqueiros


Fue uno de los tres grandes del muralismo mexicano junto con José Clemente Orozco y Diego Rivera, y también el más activo, en cuanto a la política se refiere.
Formó parte del Partido Comunista Mexicano, fue encarcelado unas siete veces y otras exiliado a causa de su ideología Marxista-Stalinista. Participó en las revoluciones contra Huerta y peleó del lado republicano en la Guerra Civil Española. En 1962, fue encarcelado por el gobierno mexicano durante ocho años por organizar disturbios estudiantiles de extrema izquierda dos años antes; el artista fue indultado en 1964. En 1925 realiza los murales en la Universidad de Guadalajara y en 1930 es encarcelado en Taxco por sus actividades en las manifestaciones del primero de mayo.
Su activismo político se representó en los frescos que pintó con temas de dinámica revolucionaria. Sus pinturas representan una síntesis muy particular de los estilos futurista, expresionista y abstracto. Por participar, en México, en un atentado contra el escritor Trotsky, Siqueiros fue expulsado y se exilió en Chile, gracias a una gestión del cónsul Pablo Neruda.

Falleció en Cuernavaca el 6 de enero de 1974, y fue sepultado en la Rotonda de los Hombres Ilustres.

martes, 27 de mayo de 2014

Lola Álvarez Bravo, algunas fotografías

Tríptico del martirio
La espina

Pespunteando en la brisa

Diego Rivera
El sueño de los pobres

Frida, anillos en la mano
A ver quién me oye

El duelo

El ensueño



Dolores Martínez de Anda (Lola Álvarez Bravo)



Dolores Martínez de Anda, conocida como Lola Álvarez Bravo importante fotógrafa para la Historia de la Fotografía de este país.
Lola se volvió una de las mujeres más importantes de la escena cultural mexicana. Fue una de las primeras artistas mujeres que abrieron camino a las generaciones más jóvenes.
Bravo, es conocida por sus retratos de escenas en las calles de la ciudad y por los retratos de estudio de artistas, poetas y filósofos de su época.
Su fotografía explora constantemente la composición de nuevas imágenes. Sus collages, aunque no fueron muchos, la distinguieron en la escena surrealista. Tuvo varias incursiones en la fotografía experimental que rara vez se muestran y son muy interesantes, tanto en proceso como en resultados.
En varias ocasiones dijo que su fotografía se volvió importante porque retrató una época que pasó muy rápido, que ya terminó. Tal vez, sentimos fascinación por lo que vemos que fue y no alcanzamos a reconocer en lo que vivimos todos los días.
El trabajo de esta artista no sólo documenta la escena cotidiana de su época y sus protagonistas; Lola es impecable al momento de plasmar el valor social de cada persona y cada elemento que aparece en sus fotografías.
Lola Álvarez Bravo se divorció de Manuel Álvarez Bravo en 1935 y a partir de entonces trabajó para la Secretaría de Educación Pública, El Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, y varios periódicos nacionales, luchando contra los colegas reporteros hombres, que se burlaban de ver a una mujer trabajando en las calles. También impartió clases en la Academia de San Carlos en la Ciudad de México.

Texto cortesía Fundación CIAC

Frida Kahlo, creadora de una pintura personal y metafórica

Magdalena Carmen Frida Kahlo Calderón (Ciudad de México, 6 de julio, 1907- 13 de julio, 1954) hizo de su vida una obra de arte. En sus pinturas expresó sus fantasías y sentimientos por medio de un vocabulario propio, representó la relación con su esposo el pintor Diego Rivera, cómo sentía su cuerpo, sus enfermedades consecuencia de un trágico accidente, la incapacidad de tener hijos, su filosofía de la naturaleza y del mundo.

Para Javier Sánchez, investigador del Museo Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo, la destacada pintora mexicana de la primera mitad del siglo XX, aunque no tenía una propuesta formal, incluyó en su obra una cuestión autobiográfica que en su opinión resultó muy novedosa de los años setenta para nuestros días.

“Frida Kahlo fue una de las primeras pintoras que recurren a su  biografía para trasladarla a un soporte como es la pintura y ahí radica su importancia. Anteriormente no se consideraba tan relevante en la vida de un artista sus momentos. Frida trasladó a la pintura toda su experiencia personal, ahí radica la novedad e importancia de su obra, sobre todo en sus autorretratos”.

El doctor en historia del arte, Eugenio Garbuno Aviña, dijo que en la obra de Frida Kahlo es evidente una catarsis de angustias personales, lo que no va en detrimento de su obra de calidad. “Frida recrea mucho lo que es el imaginario de la cultura, después en el país. Representa desde modos diversos su realidad relacionada con su propio contexto histórico social, porque sus obras son representaciones en las que está en diversos niveles”.

Agregó que la pintora mexicana nacida en Coyoacán tenía ideas, convicciones, y quería decir su verdad. “Hay varias personas que respaldan la gran importancia de su obra misma que tiene un alcance universal, netamente representativa de la historia del arte, que se debe a su obra de gran calidad plástica y pictórica”.

En opinión de Dina Comisarenco Mirkin, profesora investigadora en la Universidad Iberoamericana, las obras de Frida Kahlo a pesar de su evidente sencillez formal, y de lo directo de sus temas, incluso cuando aparentemente se trata tan sólo de un autorretrato o de una naturaleza muerta, tienen una profundidad filosófica extraordinaria, por lo que permiten una multiplicidad de lecturas que parecen inagotables.

“Independientemente de su biografía, la obra de Frida Kahlo es extraordinariamente poderosa y es hora de que comencemos a separarla de su vida. Sus temas ciertamente parten de lo personal, pero esto sucede con todos los artistas. En el caso particular de Frida, más allá  del morbo y del voyeurismo que caracterizan a nuestra sociedad, el interés por lo biográfico alcanzó dimensiones descomunales”.

La doctora en historia del arte por la Universidad de Rutgers, New Jersey, Estados Unidos, explicó en entrevista que las obras de Frida Kahlo encuentran tanto eco en el público actual porque su obra es mucho más que la expresión del sufrimiento físico que experimentó y representó con lo que la artista logró expresar sentimientos de carácter absolutamente universal, a través de su particular iconografía personal.

“Quizá Frida Kahlo, a raíz de su dolor, se sensibilizó más que otros artistas para capturar el sufrimiento propio de la vida humana en general, y de la sociedad mexicana en particular, pero es justamente en ese sentido simbólico mucho más amplio de su iconografía, el que le permite ir de lo personal a lo político, o de lo subjetivo a lo social; en donde reside la grandeza de su obra”.

La también editora de Nierika. Revista de Estudios de Arte, destacó que la obra de la tercera hija de Guillermo Kahlo, fotógrafo de ascendencia judeo-húngara, nacido en Alemania y la mexicana Matilde Calderón, sigue vigente porque mucha gente se identifica con sus imágenes, especialmente las mujeres y los grupos socialmente marginados de una u otra forma.

“Frida Kahlo se animó a representar, a sacar a la luz, a visibilizar temas y sentimientos que generalmente son tabú en nuestra sociedad: el parto, la pérdida de un bebé, la homosexualidad. Su obra desenmascara muchas de las convenciones sociales que pesan sobre la vida de mucha gente y ayudan así a que tomemos conciencia sobre las construcciones sociales que nos presionan y de las que somos objeto, sacándonos así de la perjudicial creencia de que somos los únicos, y los anormales”.

Dina Comisarenco Mirkin resaltó que Frida Kahlo compartió, junto con los pintores de su generación, la preocupación por la búsqueda de la identidad nacional, abordándola de forma original, no limitándose a la recuperación del pasado prehispánico, ni a la representación de tradiciones y  trajes típicos.

“Utilizó a la gran mayoría de sus obras –refirió– incluidos sus autorretratos, como una plataforma desde donde indagar en las características que ella intuía eran las propias del pueblo mexicano a través de la historia, especialmente de la reciente de la etapa posrevolucionaria, representando a la soledad, a la dualidad, y al dolor, entremezclados con una desbordante alegría de vivir”.

Fuente: Conaculta

Frida Kalho, algunas de sus obras

Diego en mi pensamiento

Dos desnudos en el bosque

El marxismo dará salud a los enfermos

Las dos Fridas
Cuando te tengo a ti, vida, Cuánto te quiero

Cuatro habitantes de México
Autorretrato en la frontera entre el abrazo del amor del universo, la tierra (México), yo, Diego y el señor Xólotl

Congreso de los pueblos por la paz
Allá cuelga mi vestido

Árbol de la esperanza mantente firme
Autorretrato con changuito

Autorretrato con collar de espinas
Autorretrato con el pelo suelto

Autorretrato con Stalin



lunes, 26 de mayo de 2014

Remedios Varo, sabiduría que es poesía: Juliana González


Remedios Varo llegó a ser, dice el poeta Alberto Blanco, lo que imaginaba: la mujer de cabellera líquida en cuya cabeza llamean todos los ensueños. “A pesar del éxito, los catálogos y los homenajes, Remedios Varo vivió siempre sola y --para su crédito-- acabó por entenderlo y aceptarlo así: a partir de esta difícil resignación --que le llevó más de la mitad de su vida reconocer-- construyó una obra magnífica desde la gavia de su soledad”.
Contaba Walter Gruen, última pareja sentimental de la pintora y su principal mecenas en México, que Remedios Varo leyó muchísimo desde temprana edad, frecuentaba los libros científicos de su padre y su hermano mayor, por lo que desarrolló una gran capacidad matemática y pasión por el dibujo.
       Remedios Varo llegó a México a fines de 1941 y no tuvo su primera exposición individual sino hasta1956, entre el 25 de abril y el 15 de mayo, en la galería Diana, que se encontraba en Paseo de la Reforma, cerca del cine Chapultepec. Tuvo tanto éxito, que en esa época un banquero fue a visitarla para encargarle un mural sobre la historia de la banca. Después de unos momentos de reflexión, Remedios varo dijo: “Sí, se podría hacer. Me imagino a un hombre a la entrada de su caverna con un montón de huesos que está protegiendo con un gran mazo”. El interesado no volvió a presentarse.
       Antes de esa exposición, Varo sólo había hecho algunos óleos,gouaches y dibujos a tinta y a lápiz, pero principalmente dedicaba su tiempo a realizar trabajos de publicidad y decoración de interiores para ganarse el sustento. Durante los 15 años que transcurrieron entre su llegada al país y su exitosa “presentación” al público fue, salvo para un estrecho círculo de amigos, una desconocida.
       Remedios Varo llegó a México huyendo del nazismo con su compañero, el poeta francés Benjamín Péret, miembro fundador del grupo surrealista. Ellos se conocieron en octubre de 1936 en Barcelona, a donde Péret había llegado un par de meses antes para sumarse a los voluntarios que luchaban en favor del gobierno republicano. Unos meses después, Péret tuvo que volver a Francia porque en España su filiación troskista volvía riesgosa su situación y Varo decidió seguirlo.
       En Francia, a través de Péret, conoció a André Breton y participó en las actividades del grupo surrealista. Al igual que muchos de ellos, en 1940 tuvo que trasladarse a Marsella cuando los alemanes ocuparon París. Más tarde, en 1941, llegaron a México, pero mientras Péret regresó a Francia en 1947, Remedios decidió quedarse y a finales de ese año viajó a Venezuela en compañía del piloto francés Jean Nicolle como parte de una expedición científica organizada por el Instituto Francés de América Latina.
       Varo volvió a México a comienzos de 1949, y no mucho tiempo después se encontró con el austriaco Walter Gruen, un exiliado que llegó a México en 1942. En 1952 se convirtieron en pareja y Gruen la convenció de que se concentrara en pintar y le proporcionó la estabilidad económica necesaria para ello. La historiadora del arte Teresa del Conde, asegura que ese fue el periodo más rico de su vida creativa, mientras estuvo en México.
       La investigadora Janet Kaplan ha dicho que como pintora de caballete extranjera, Varo se situaba fuera de las tendencias dominantes en la producción artística mexicana. “Su visión de madurez empezó a aparecer precisamente en el momento adecuado, a principios de los cincuentas, cuando la producción de los muralistas empezaba a debilitarse. Una vez establecida como parte de la floreciente comunidad artística de exiliados en México, participó con quienes buscaban superar el candado hegemónico de mexicanidad, machismo y muralismo que había definido al movimiento moderno mexicano durante décadas.
       “[…] Entre las contribuciones de Varo al surrealismo se encuentra su nueva visión de la creatividad en la que la mujer es sujeto activo más que objeto pasivo o musa catalizadora de la creatividad de otro. Varo ofreció una iconografía alternativa específicamente contraria a la teoría tradicional surrealista definida por los hombres, en que el poder revolucionario de Eros utiliza a la Mujer como correa de transmisión para el Hombre. En cambio, la obra de Varo se basa en la psicología de la mujer y en experiencias en que su acceso a lo maravilloso depende del yo como agente activo, sin necesidad de desplazamiento erótico”.
       Fue tal el impacto que logró con su trabajo creativo, que sobre Remedios Varo han escrito creadores como André Breton, Benjamín Péret, Octavio Paz, Roger Caillois, Eugenio Granell, Emmanuel Guigon, Janet Kaplan, Ramón Xirau, Julio Ortega, Juliana González y Gonzalo Celorio, entre muchos otros.
       El ascenso de su fama y la revaloración de su obra comenzaron inmediatamente después de su muerte. La manifestación más palpable de ello tuvo lugar al año siguiente. Del 3 al 31 de agosto de 1964 el Museo de Arte Moderno presentó la primera gran retrospectiva de la obra de Remedios Varo, compuesta por 128 piezas.
       Los 10 ó 12 mil pesos que costaba un cuadro suyo a comienzos de los años sesenta parecen irrisorios frente a los precios que hoy alcanzan. Sólo por dar un ejemplo, en 2007, la casa Christies’s vendió la obra Exploración de las fuentes del río Orinoco en un millón 273 mil dólares, con lo que se estableció un récord mundial de venta en subasta para una obra de esta artista.
       Sobre lo enigmático de su obra, el sociólogo y escritor francés Roger Caillois asegura que Remedios Varo se la pasó luchando para fundir los mítico con lo científico, lo sagrado con lo profano. “Su madre le enseñó a temer al demonio y su padre a respetar la razón. El misticismo alemán, los cantos gregorianos, la alquimia del medievo, las teorías sobre la reencarnación de G. I. Gurdjieff, la pintura de Hieronymus Bosch, fueron ciertamente sus fuentes. Pero también la astronomía, la física, las matemáticas, la ingeniería, la biología y el psicoanálisis”.
       El ex director del Museo de Arte Moderno, Luis Martín Lozano, considera que aún hay mucho por investigar en torno a Remedios Varo. Por ejemplo, asegura que todavía se ignora cuántas obras produjo entre 1926 y 1935 y si aún se conservarán en alguna parte. Ella nunca se preocupó mucho por su obra ni le interesaba el renombre.
       Para la doctora en filosofía Juliana González, en Remedios Varo, el arte es sin duda redentor. “Pues él es más que un arte: es sabiduría, práctica de purificación y es instrumento de percepción y conocimiento. Es talismán. Aunque es cierto también que en Remedios Varo, la sabiduría es más que sabiduría: es poesía, es juego imaginario y arte puro”.

FUENTE: CONACULTA

Rufino Tamayo, un revolucionario por su manera de pintar


Rufino Tamayo, un revolucionario por su manera de pintar
A Rufino Tamayo (Tlaxiaco, Oaxaca, 25 de agosto de 1899 – Ciudad de México, 24 de junio 1991) comúnmente se le describe como un artista precursor. Fue de los primeros en América que interpretó sus raíces sin historicismo, anécdota o proclama. Empleó elementos puramente plásticos de indudable origen local, para lograr obras de belleza y calidad en el campo de la obra gráfica en México.

En los cuadros de Rufino Tamayo no hay relatos. Son pinturas hechas de luz, color y materia. “No debe uno afanarse por saber qué quiso decir, sus cuadros son directos y nos dejan a solas con el puro júbilo de mirar. La pintura de Tamayo es un regalo a los ojos” expresa Elisa Ramírez Castañeda en el libro Rufino Tamayo. Vuela por sus raíces.

Rufino del Carmen Arellanes Tamayo, uno de los más grandes artistas plásticos del siglo XX, fue  pintor, muralista, dibujante, y hombre interesado en la gráfica. Su padre Manuel Arellanes, abandonó a su madre, Florentina Tamayo, cuando era un niño, murió cuando Tamayo apenas tenía 11 años de edad. Su tía Amalia se hizo cargo de él y lo llevó a vivir a la colonia Guerrero, en la Ciudad de México. Junto con su tía, el artista se dedicaba al comercio de frutas en el mercado de la Merced, rompiendo su relación familiar al decidir que quería ser pintor.

Su obra se caracterizó por su voluntad de integrar en ellas la herencia precolombina autóctona, la experimentación y las innovadoras tendencias plásticas que revolucionaban los ambientes artísticos europeos a comienzos del siglo XX.

Tamayo descubrió que en su tradición estaba la fuente para su trabajo. “Traté entonces de olvidar lo aprendido en la Escuela de Bellas Artes, incluso me endurecí la mano para empezar de nuevo. Comencé a deformar las cosas, pensando siempre en el arte prehispánico. Sus proporciones no eran las clásicas que se enseñaban en la escuela; ciertamente la belleza del cuerpo humano no se encuentra en la medida de siete cabezas. En el arte prehispánico hay una libertad absoluta en lo que se refiere a las proporciones”, expresó alguna vez el pintor condecorado con la Medalla Belisario Domínguez del Senado de la República  en 1988.

El pintor oaxaqueño realizó una búsqueda estética anclada en las raíces del México indígena. Su estilo “primitivo” que inicia desde los años veinte y que forma parte de la diversidad de propuestas pictóricas de entonces, no desaparece del todo. Lo mismo sucede con la relación entre mexicanidad y modernidad, temática que desarrolló a lo largo de su carrera artística

Su obra puede dividirse en varios periodos. Entre 1926 y 1938 en los que pintó naturalezas muertas y paisajes urbanos. En la década de los cuarenta constituyó el primer gran periodo creativo de Tamayo, que tuvo como escenario la ciudad de Nueva York, donde radicó durante casi 20 años y descubrió la facultad metafórica de los colores y las formas.

En los cincuenta consolidó su fama internacional. Trabajó con la litografía, un campo de innovación en el que volcó su sensibilidad. En los años setenta eliminó en la pintura lo superfluo, usó el collage y en la gráfica introdujo diversos materiales.

En 1973, junto con Luis Remba, fundador de Taller de Gráfica Mexicana, creó la técnica de mixografía, en la cual se emplea la impresión sobre papel para dar profundidad y textura a las pinturas.

En la octava década de su vida definen su pintura el rigor plástico y la imaginación que transfigura al objeto. La compleja síntesis a la que llegó incluía rasgos del arte prehispánico, el arte popular y las distintas vanguardias internacionales.

Para la especialista Raquel Tibol, Rufino Tamayo realizó una amplia y variada producción a lo largo de 66 años, sin repetir hallazgos estéticos, siempre guardando autonomía e independencia. 
Entre la polémica y la ruptura

Después de la Revolución Mexicana, la cultura y el arte se volcaron hacia lo “mexicano”, naciendo así la pintura muralista que consistía en celebrar al país y sus luchas, de llevar el arte a los edificios públicos para que el pueblo aprendiera, disfrutara y recordara sus orígenes.

Rufino Tamayo pintó murales, pero le interesaba mucho más pintar telas donde el color, la materia, el tema y la manera de plasmar una visión son asunto personal de cada artista. El hombre descubrió que nunca lograría hacer lo que deseaba en México, pues tenía la necesidad de ver y conocer otras corrientes artísticas y de pintar en libertad.

“Era difícil vivir a contracorriente de todos los demás pintores, era muy difícil ganarse la vida, era casi imposible pintar como él quería”, señala Elisa Ramírez, en la publicación editada por el Conaculta.

Al ver un panorama poco favorecedor, Tamayo se fue a Nueva York con su amigo, el músico Carlos Chávez. En aquella ciudad estadounidense en 1926 realizó su primera exposición la cual tuvo mucho éxito. Los conocedores, los críticos y otros pintores estaban sorprendidos, pues sólo conocían la pintura de los muralistas. Y aunque en México se le acusaba de ser renegado de su patria, en Nueva York se le consideró muy mexicano, sólo que con una visión distinta de su país, un revolucionario por su forma de pintar, no por los temas que ponía en las telas.

Ana Torres, en su texto Rufino Tamayo: ¿un pintor de ruptura?, señala que la imagen pública de Tamayo empieza a cobrar fuerza cuando los críticos de arte nacionales y extranjeros marcan una diferencia tajante entre su pintura y la de los muralistas. La investigadora de la UNAM, relata que el crítico de arte Henry McBride escribió una fuerte crítica a la pintura política de Rivera y Orozco, estableciendo una diferencia entre Tamayo y la pintura de sus contemporáneos.

“Entre los pintores vivos de México Tamayo es el único que avanza por el camino de la estética. Podrá ser tan político como el resto, pero lo que sí puedo afirmar es que cuando él pinta no lo hace como político sino como artista”.

En opinión de Henry McBride, la pintura de contenidos ideológicos había obstaculizado el desarrollo de la pintura en México; afirmaba que por sus características tendenciosas esta preferencia nunca podría llegar a ser universal.

El mural Revolución (1938) realizado por Rufino Tamayo en el Museo de las Culturas, el cual se refiere a la lucha armada de México y representa el fin del régimen porfirista, es uno de los pocos ejemplos en los que el pintor hace referencia al tema revolucionario.

La relación del artista, miembro honorario del Colegio Nacional, con otras corrientes de la pintura lo enriquecieron. El dibujo de intensa energía expresado en líneas de distinto grosor y ritmo, los contrastes entre los blancos del papel y los negros de las superficies entintadas terminaron por dar un carácter individualizado al trabajo del artista, que pronto fue reconocido por galerías y coleccionistas estadounidenses y mexicanos e incorporado a las muestras colectivas y antológicas dedicadas a su trabajo gráfico.

Luis Cardoza y Aragón y Xavier Villaurrutia citaban que si bien las obras pictoricas de Tamayo se alejaban de la pintura política o de cualquier contenido ideológico, esto no era un defecto sino, al contrario, una virtud; en sus pinturas encontraban una expresividad vinculada con la universalidad y al mismo tiempo, una reflexión introspectiva sobre la mexicanidad.
Aportaciones
Rufino Tamayo fue el primer artista que hizo litografías policromadas en México y en el campo de la gráfica mexicana hizo aportaciones sobresalientes: el color y las texturas.

En la introducción del libro Rufino Tamayo Catalogue Raisonné, Raquel Tibol indica que desde que Tamayo percibió que el blanco del papel hacía que el color saliera, vibrara y adquiriera toda su elocuencia, y que empujaba al color hacía vibrar las transparencias, se entregó a la práctica de estampas policromadas con niveles de excelencia.

“Como gran colorista que fue, entendió que hacer color no significaba abundar en él, engolosinarse con una supuesta riqueza. El color, como la forma, debía tener un sentido, obedecer a un proyecto, a un sistema de ideas. Los acentos texturales iniciaron un nuevo capítulo en las imágenes por estampación. Las pastas de distintas sustancias y los papeles elaborados manualmente permitieron la incorporación de cualquier cosa o materia. Se dio entonces, intencionalmente, una auténtica emulación competitiva entre las texturas y los cromatismos, conseguido todo en el instante definitivo de la impresión”.

Sus maestros de pintura lo consideraron mal estudiante. Así que no fue sentado en una banca ni copiando modelos a la perfección como aprendió el arte del color. Tamayo prefirió “salirse de la rayita” y escaparse al campo para mirar y mirar la naturaleza o a los museos.

En el texto Tamayo, artista gráfico, Juan Carlos Pereda describe a Tamayo como uno de los principales artistas que definió la modernidad en la pintura mexicana. Señala que su legado a la historia del arte no es sólo al del pintor que desarrolló una sintaxis estética propia, es también, el de uno de los artistas gráficos con mayor cantidad de recursos formales y simbólicos en constante renovación, un virtuoso en las técnicas clásicas y un innovador en el campo del arte de la estampa, quien asumió con ingenio los retos para superarse.

El nombrado Hijo Predilecto por el gobierno de Oaxaca en 1972, en el arte de la gráfica cultivó todas las técnicas existentes y en sociedad con el ingenio mexicano de Luis Remba, amplió las posibilidades técnicas y estéticas del campo al crear un nuevo género de obra múltiple: la mixografía, una técnica de impresión que permite producir grabados tridimensionales.

Elisa Ramírez Castañeda, señala que fue en el año 1948 con una exposición en el Palacio de Bellas Artes que entonces Tamayo fue reconocido, siendo valorado por primera vez en el país, pues era considerado casi un traidor a México por haber intentado nuevos caminos. Mientras radicó en Estados Unidos los artistas, los críticos y el público siguieron atacándolo.

Después de una estancia intermitente de más de 25 años en Estados Unidos y Europa, regresó a México en 1964, para años más tarde inaugurar dos museos. En 1974 abrió sus puertas en la ciudad de Oaxaca el Museo de Arte Prehispánico Rufino Tamayo con 1300 piezas coleccionadas y donadas por el artista; y el 29 de mayo de 1981 se abrió al público el Museo Rufino Tamayo en Chapultepec, hoy Museo Tamayo. Arte contemporáneo.

En los museos de Arte Moderno de México, París, Nueva York, Río de Janeiro, la Galería Nazionale de Arte Moderno de Roma, el Royale de Bruselas, los de Cleveland, San Luis Misuri, Filadelfia, Arizona, San Francisco, Cincinnati, Dallas, The New York Public Library, el Bank of the Southwest de Houston y el barco Shalow, de bandera israelí, albergan las obras de Rufino Tamayo.

Lo último sobre el creador de pintura de caballete, cuadros y murales
En reciente fecha el nombre de Rufino Tamayo estuvo presente al presentarse el libro Los Tamayo, un cuadro de familia, publicación realizada por la sobrina del artista mexicano María Elena Bermúdez Flores, en la que se presenta una amplia investigación llena de recuerdos familiares que ofrecen un retrato íntimo de uno de los más grandes artistas del siglo XX.

En la presentación del libro, María Elena Bermúdez Flores, dijo que su obra es un homenaje a un oaxaqueño extraordinario quien, junto con su esposa Olga Flores Rivas, formó una de las parejas más emblemáticas del siglo XX.

“Fue un hombre con un profundo arraigo a su país, siendo en sus pinturas el ser humano siempre protagonista, al igual que el universo, como aquella titulada El hombre frente al infinito, en la que nos percatamos de su gran talento”. La autora mencionó que mil 600 óleos, 400 retratos y 21 murales se cuentan entre el gran legado que dejó Tamayo para los mexicanos.

Fuente: CONACULTA